domingo, 7 de septiembre de 2008

-50- HABITARÁN EN MI LOS FRUTOS DE AMOR

¿Por qué no probamos de vez en cuando hacer en nosotros un poco de silencio para buscar el Espíritu del amor, el espíritu de Dios y recoger los frutos que Él nos entrega? Son tantos esos frutos deliciosos: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, dulzura, sencillez, humildad, cordialidad, cariño, afecto, ternura, simpatía, abnegación, sacrificio, altruismo, generosidad, desinterés, desprendimiento, renuncia, compasión, magnanimidad, cortesía, sinceridad, afabilidad, cordialidad, afecto, moderación, benevolencia y tantos otros frutos que el espíritu desea que nos comamos a diario y los pongamos en práctica.
Hacer el esfuerzo diario por ir viviendo con el aprovechamiento de estos frutos, es vivir sin confusión, sin tanta turbación.
Todos estos frutos, todas estas virtudes debemos cultivarlas en nuestro corazón y en nuestros actos. ¡Cuanto mejor viviríamos, cuanto mejor nos sentiríamos, cuanto mejor estarían los que conviven con nosotros! Es inútil decirnos a nosotros mismos que el mundo no sirve, no funciona bien o que el mundo es malo. El mundo son los demás. En vez de comenzar por los demás, ¿Por qué no empezamos a corregirnos? Es inútil juzgar, acusar y encontrar responsables, cuando tanto trabajo tenemos en nuestra propia casa, en nuestro propio mundo.
Debemos erradicar de nuestro ser los frutos del mal y los vicios que corrompen constantemente nuestra mente y nuestro espíritu: odio, rencor, resentimiento, antipatía, malevoléncia, desprecio, rabia, ira, repugnancia, enemistad, desdén, desprecio, envidia, pasión desenfrenada, emotividad, negativa, enojo, violencia, indignación, perversión, corrupción, inmoralidad, y tantos otros males que nos llevan a la turbación y al mal vivir.
Trataremos de darnos cuenta de cómo estamos funcionando nosotros en estos momentos. ¿Estamos conscientes de que debemos cultivar continuamente las virtudes, los frutos del bien? ¿Estamos conscientes de lo importante y vital que es para nuestras vidas que aprendamos a vivir con esas virtudes? ¿Nos damos cuenta de lo negativo y escabroso que es para nuetra vida estar esclavizados con los vicios, con los frutos del mal? Nadie es perfecto, sólo Dios, pero debemos vivir constantemente por ese camino, por el camino del bien, adueñándonos de las virtudes y despojándonos de los vicios a fin de vivir una vida digna de ser vivida, con verdadero valor y sentido.