domingo, 9 de mayo de 2010

- 62 - PRISA, PRISA...¿POR QUÉ TANTA PRISA?

Una de las características de la tecnología moderna es la velocidad, es hacer y conseguir rápidamente las cosas.
Esta velocidad tecnológica se refleja en los seres humanos a través de la prisa con que viven y se conducen. Pareciera que nuestro reloj interior se quisiera adelantar continuamente, marchar a un ritmo desequilibrado desenfrenado. Esa prisa, psicológica interior es producto del condicionamiento tecnológico y no nos permite vivir la vida con más calma y más paciencia.
El vehículo es uno de los instrumentos tecnológicos que nos condiciona a la prisa. El vehículo es veloz y nosotros, aunque estemos al mando detrás del volante, nos dejamos arrastrar por el acelerador. Aunque manejando dentro de la ciudad pisamos el acelerador para llegar apurados a un semáforo. AL cambiar a la luz verde, si el vehículo que tenemos delante no arranca enseguida, le tocamos la bocina, y si se tarda unos segundos más es posible que empecemos a insultar a su conductor. Sí. Si observamos un tiempo cómo manejan los demás nos damos cuenta de que nos volvemos un tanto ridículos detrás del volante. La prisa se posesiona de nosotros. Es una de las cosas más inconscientes de nuestra parte.
Prisa, prisa...¿para qué? ¿Para llegar a la oficina a tiempo por no habernos levantado cinco o diez minutos antes? ¿Para llegar a la casa y sentarnos frente al televisor?
¿Qué ganamos realmente, sino malos sabores y accidentes por no "perder" unos minutos manejando en forma adecuada y normal?
Es que somos prisioneros de la máquina. A veces se opera hasta un cambio en nosotros cuando nos sentamos detrás de un volante. La máquina nos domina. Y así la velocidad de la diferente maquinária (vehículos, aviones, medios de comunicación, computadoras, etc), contribuye a nuestra prisa psicológica, que se transforma en un ritmo de vida muchas veces angustioso y preocupante para nuestra salud.
Llega el momento en que no podemos estar quietos con nosotros mismos ni un solo minuto. Sentimos en apremio de hacer algo: ver televisión, oir la radio, llamar a un amigo, leer un libro... y muchas veces sin la concentración debida. No nos damos cuenta, pero por culpa de esa prisa interiorizada, esa prisa psicológica, no logramos utilizar la paciencia y la calma necesarias para lograr nuestras metas, para reflexionar, para meditar, para vivir mejor o a un ritmo más humano y no a un ritmo condicionado mecánicamente.
Démonos cuenta, tomemos conciencia si la prisa influye o no en nuestra vida en forma negativa o frustrante.